Basilea es una ciudad de sorpresas. En un momento estás caminando por un puente medieval, y al siguiente estás es un callejón repleto de arte callejero. Un ayuntamiento rojo como el atardecer, una fuente que se mueve, una iglesia donde están enterrados grandes pensadores… cada rincón tiene una historia esperando a ser contada. Hoy vamos a explorar algunos de los lugares imprescindibles de Basilea. Prepárate para adentrarte en la historia, descubrir detalles ocultos y, tal vez, ¡salpicarte por el camino!
Primera parada: Mittelere Brücke. El viejo puente de piedra se extiende sobre el Rin, como lo ha hecho durante cientos de años. Hace mucho tiempo, ésta era la única forma de cruzar el río. Por él pasaban comerciantes, agricultores e incluso la realeza. Mira hacia el agua: ¿puedes ver un barco? ¿Quizá un nadador? En verano, la gente flota por el Rin con la ropa guardada en bolsas impermeables. ¿Te atreverías a intentarlo?
Ahora, vamos a Marktplatz. ¿Hueles eso? Pan fresco, queso, quizá incluso salchichas picantes. Esta plaza ha sido un mercado durante siglos. La gente se reunía aquí para comprar, vender y compartir noticias. Y en lo alto se alza el Ayuntamiento de Basilea, de un rojo brillante. Mira hacia arriba: hay un caballero dorado mirando desde el balcón. ¿Crees que está escuchando nuestra conversación?
Un corto paseo cuesta arriba y allí está la Catedral de Basilea. Sus torres gemelas se elevan hacia el cielo, cubiertas de azulejos de colores. Toca los muros de piedra: llevan aquí más de 800 años. Dentro, la luz se filtra por las vidrieras, pintando el suelo de vivos colores. Aquí descansa una reina, y cerca están enterrados pensadores famosos como Erasmo de Rotterdam. Sube a la torre si te sientes valiente: ¡las vistas merecen la pena!
Adentrémonos en el mundo del arte. El Kunstmuseum de Basilea es un cofre del tesoro pictórico. Dentro encontrarás obras de Picasso, Van Gogh y Holbein. Pero el arte no es sólo para mirar: te hace pensar. ¿Cuál es el cuadro más extraño que has visto? Quizá encuentres algo aún más extraño dentro.
Es hora de divertirse. La Fuente Tinguely no es como las demás fuentes. El agua no sólo fluye: salta, gira y salpica. Estas figuras de metal se mueven como actores en una obra de teatro. A Jean Tinguely, el artista, le encantaba hacer máquinas que sonaban y crujían como si tuvieran mente propia. Cuidado: si te acercas demasiado, ¡te pueden salpicar!
Vamos a un callejón escondido: Gerbergässlein. Aquí las paredes están llenas de color. Los artistas callejeros las utilizan como lienzos gigantes, pintando criaturas salvajes, caras y mensajes. Algunas obras duran años, otras desaparecen de la noche a la mañana. Si tuvieras una pared entera para pintar, ¿qué crearías?
Última parada: Palentor. Esta poderosa puerta protegía antaño la ciudad. Por ella pasaban caballeros, mercaderes y viajeros, cargados de historias y secretos. Las puertas de madera se cerraban por la noche: si llegabas tarde, ¡tenías que dormir fuera! Fíjate bien en los muros. ¿Ves esos agujeritos? Ahí es donde los arqueros apuntaban sus flechas para proteger la ciudad. ¿Pero adivina qué? Ningún enemigo intentó atravesarlos. Quizá sabían que Basilea era demasiado fuerte para meterse con ella.
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Mittlere Brücke
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