Granada esencial

4.8

Hay algo en Granada que se te mete en la piel. Quizá sea la mezcla de susurros moriscos y campanas católicas. Tal vez sea la forma en que la luz incide en el Albaicín al atardecer. Este recorrido te lleva por lo esencial de la ciudad, no sólo por los lugares que todo el mundo fotografía, sino por los que aún conservan el pulso del pasado. Cada parada contiene una parte de la historia y, juntas, te mostrarán por qué Granada es mucho más que la Alhambra.

Empezamos fuerte, con una de las vistas más icónicas: el Mirador de San Nicolás. Desde aquí, la Alhambra se alza dorada sobre su colina, respaldada por Sierra Nevada cubierta de nieve. Es la foto de postal, pero es más que eso. Este lugar, en el antiguo barrio musulmán del Albaicín, formaba parte de una maraña de calles medievales, hogar de artesanos, eruditos y poetas. Bill Clinton lo llamó «la puesta de sol más bella del mundo» durante una visita en los años 90. Sea cierto o no, verás por qué se le quedó grabado. Los lugareños rasguean guitarras, los turistas se apoyan en las paredes encaladas y la Alhambra parece estar tan cerca como para tocarla. La vista no ha cambiado en siglos. ¿La sensación que transmite? Es intemporal.

Un corto paseo cuesta abajo nos lleva al Palacio de Dar al-Horra. Su nombre significa «Casa de la Dama Honrada», y perteneció a Aixa, madre del último rey nazarí, Boabdil. Mientras su hijo intentaba -sin éxito- aferrarse al trono, ella movía los hilos entre bastidores. Algunos dicen que tenía más sentido político que toda la corte real. El palacio en sí es modesto comparado con la Alhambra, pero respira elegancia: esbeltas columnas, patios tranquilos, techos de madera tallada. Era un lugar de poder tranquilo. Las voces de las mujeres, en un mundo que intentaba silenciarlas.

Deslízate a continuación hasta la Puerta de Elvira. Hoy es un arco al borde del Albaicín, pero en el siglo XI era la puerta principal de Granada. Aquí comenzó la ciudad. Mercaderes, soldados, viajeros… todos pasaban bajo su arco de herradura. Antaño formaba parte de una enorme muralla que rodeaba la ciudad zirí. Casi puedes oír el ruido de los cascos, el susurro de la seda, el murmullo del árabe. Más tarde, en la época cristiana, se convirtió en la puerta del Camino Real. Hoy en día, es donde los restaurantes de kebab se encuentran con siglos de historia.

Ahora nos adentramos en la ciudad cristiana. La Catedral de Granada se eleva de repente, pesada de ambición. Se construyó para mostrar el triunfo de la España católica tras la Reconquista. La empezaron en estilo gótico, luego cambiaron al renacentista, con trazas de barroco. La mezcla dice mucho de la identidad de Granada: nunca una cosa, siempre en evolución. Por dentro, es blanca y luminosa, casi chocante después de los tonos más oscuros de la arquitectura árabe. Las enormes columnas se elevan hacia arriba. Fíjate en el órgano -todavía en uso- y en las capillas laterales, donde cada altar está más adornado que el anterior. Esto estaba destinado a impresionar. Y así es.

Al lado, la Capilla Real. Aquí están enterrados Fernando e Isabel, los Reyes Católicos que pusieron fin al dominio musulmán en España. Sus tumbas, esculpidas en mármol blanco de Carrara, están ricamente detalladas, pero es la cripta inferior la que realmente te impacta. Sencillos ataúdes de plomo, uno al lado del otro. No hay grandeza. Sólo el peso de la historia. Aquí sientes el momento bisagra en que España cambió de rumbo. También puedes darte cuenta de lo cerca que eligieron ser enterrados de Granada, la ciudad que tanto lucharon por tomar. Una declaración final. Un legado grabado en piedra.

El ambiente cambia al llegar a la Carrera del Darro. Esta calle empedrada discurre junto al río Darro, donde los puentes de piedra se arquean graciosamente entre edificios que se apoyan como viejos amigos. Es una de las calles más antiguas de Granada, bordeada de antiguos palacios y baños árabes. El nombre del río procede de «Dauro», antiguo nombre latino, y entenderás por qué poetas y pintores lo adoraban. Escucha el agua, siempre justo bajo tus pies. Observa cómo bailan los reflejos en las fachadas. Al anochecer, esta calle resplandece.

Finalmente, llegamos al Paseo de los Tristes. Su nombre significa «Paseo de los Tristes», no porque sea lúgubre, sino porque por aquí pasaban antaño los cortejos fúnebres hacia el cementerio. Es extraño, dado que hoy es una de las esquinas más animadas. Los cafés bullen, los músicos callejeros tocan, los niños corretean entre las mesas. Y en lo alto, siempre, está la Alhambra. Desde abajo, parece la fortaleza de un sueño. Este lugar captura Granada a la perfección: alegría y melancolía, risas y pérdidas, pasado y presente, todo ello codo con codo.

by Dani Keral

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    Fecha

    Cualquier día

    Lugar de inicio

    Mirador de San Nicolás

    Distancia recorrida

    2669

    Duración

    32

    Idioma

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