Recorrido por las Artes y las Ciencias

4.9

Hablemos de transformación. Porque esta parte de Valencia -donde estás ahora mismo- solía ser un río. El antiguo Turia fluía por aquí, serpenteando por la ciudad. Pero tras una catastrófica inundación en 1957, la ciudad redirigió el agua hacia el sur. Lo que quedó fue un cauce seco y vacío. ¿Y qué haces con un río vacío que atraviesa tu ciudad? Algunos querían una autopista. Otros soñaban con algo más grande. Lo que construyeron, con el tiempo, es esto: un lugar donde el arte, la ciencia, la naturaleza y la arquitectura se unen como en una exposición permanente. Un patio de recreo moderno para las ideas, la curiosidad y la creatividad.

Empezamos a poca distancia, en el Museo Fallero. Es un edificio tranquilo y modesto, pero en su interior guarda una de las caras más emotivas de Valencia. Todos los años, durante las Fallas, enormes monumentos de cartón llenan la ciudad. Y luego arden. Excepto una pieza. Un ninot -la mejor figura, el favorito del público- se salva y se trae aquí. El museo está lleno de ellos. Personajes, sátira, política, tradición. Década tras década de Valencia eligiendo qué no quemar. Es una hermosa contradicción: un museo nacido del fuego, lleno de supervivientes.

Ahora nos adentramos en el futuro, o en lo que los años 90 pensaban que sería el futuro. El Palau de les Arts Reina Sofía se eleva como un casco, o quizá una nave espacial, o quizá una ballena. Veas lo que veas en él, este teatro de la ópera se ha convertido en uno de los símbolos de la ciudad. Diseñado por Santiago Calatrava, se inauguró en 2005. El edificio en sí es un espectáculo. Acoge óperas, sinfonías y conciertos, pero también espectáculos al aire libre y talleres. Y si caminas bajo él, más allá de los estanques reflectantes, encontrarás detalles que la mayoría de la gente pasa por alto: curvas, sombras, trucos acústicos ocultos en la forma del edificio.

Al otro lado del agua está el Hemisfèric. Éste parece un ojo gigante. Y sí, eso parece. Incluso se abre y se cierra como un párpado. En su interior alberga un planetario, un cine IMAX y una cúpula para espectáculos de láser. Fue el primer edificio que se inauguró en el complejo, en 1998. Y marcó la pauta: ciencia, arte, tecnología, pero de forma lúdica. Los arquitectos sabían que la gente no vendría sólo a mirar. Vendrían a estar dentro de la idea.

A su lado, encontrarás el Museo de la Ciencia. No tiene pérdida. Parece el esqueleto de una ballena gigante estirado sobre cristal. A los niños les encanta. Los adultos se ponen nostálgicos. Es práctico, lleno de botones que apretar y preguntas que hacer. Pero el museo hace algo inteligente: no se limita a mostrar ciencia. Te permite jugar con ella. Una sala puede tener rompecabezas de ADN. En otra, una pared de espejos. Arriba, puedes encontrar un vehículo explorador de Marte o una bobina de Tesla. Es ciencia sin bata de laboratorio.

Cuando la gente habla de la Ciudad de las Artes y las Ciencias, suele referirse a toda ella. Pero técnicamente se refiere al complejo en sí, una colaboración entre Santiago Calatrava y Félix Candela. Ahora son siete edificios, todos extendidos a lo largo del antiguo cauce del río. Hormigón blanco, cristal, agua turquesa. Formas futuristas que reflejan el cielo. Al principio, los lugareños tenían sentimientos encontrados. Demasiado caro. Demasiado ambicioso. Pero el tiempo ha suavizado las opiniones. Ahora forma parte de la piel de la ciudad. Un espacio para los paseos dominicales, las fotos nocturnas, los primeros besos, las excursiones escolares y los fuegos artificiales.

No lejos de la espina dorsal principal está CaixaForum Valencia. La incorporación más reciente. Está construido dentro de lo que antes era el Ágora, una gran concha azul y puntiaguda que permaneció cerrada durante años. Ahora está vivo. Exposiciones, conciertos, arte digital, talleres para niños. El espacio por fin tiene voz, y cambia cada mes. Es donde la conversación creativa de la ciudad sigue evolucionando.

Y por último, el Oceanogràfic. El mayor acuario de Europa. No parece una pecera, sino más bien un decorado de ciencia ficción con estanques y cúpulas de cristal. Dentro, los tiburones nadan por encima de la cabeza. Los pingüinos se contonean bajo máquinas de nieve. Las belugas se desplazan lentamente por las aguas del Ártico. Puedes caminar por un túnel rodeado de peces mediterráneos, y luego entrar en una cúpula húmeda llena de cocodrilos y mariposas. Es más que una colección de tanques. Es un mapa de los océanos, construido para los curiosos.

by Alfredo Lucas

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    5€
    25 TTR
    Fecha

    Cualquier día

    Lugar de inicio

    Museo Fallero de Valencia

    Distancia recorrida

    1504

    Duración

    18

    Idioma

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