En la madrugada del 1 de noviembre de 1755, el suelo bajo Lisboa tembló violentamente, enviando una onda de destrucción por toda la ciudad. En esta audioguía veremos desde distintos puntos de la ciudad cómo se vivió el terremoto. Empezaremos en Alfama y terminaremos en el Barrio Alto pasando por la Baixa, el punto que más sufrió el terremoto.
Desde el mirador del Castelo de São Jorge, podrás imaginar la caótica escena que se desarrolló. En lo alto de la ciudad, los robustos muros del castillo permanecían notablemente intactos. Sin embargo, la vista que ofrecía era de devastación total. El barrio de Baixa, corazón de la vida comercial de Lisboa, era un escenario de ruinas. Tiendas y casas que antes bullían de vida habían sido arrasadas, dejando sólo escombros. La razón de la supervivencia del castillo reside en su sólida estructura defensiva y su posición elevada, que le ayudaron a resistir la fuerza de los temblores. La Baixa, por otra parte, fue completamente rediseñada tras el desastre, ya que su destrucción brindó la oportunidad de un gran plan de reconstrucción dirigido por el marqués de Pombal. El distrito se transformó en un trazado cuadriculado y resistente a los terremotos, que aún podemos ver hoy. El viejo mundo desapareció, pero el nuevo surgió más fuerte y estructurado.
Desde el castillo, nos dirigimos a la Sé de Lisboa, que se alza orgullosa en Alfama, el barrio más antiguo de Lisboa. Alfama, con sus calles estrechas y sinuosas, fue especialmente vulnerable al terremoto. Las casas, densamente apiñadas, no estaban construidas con la resistencia necesaria para soportar una fuerza tan poderosa. La Sé, sin embargo, consiguió sobrevivir. Los gruesos muros de piedra y los sólidos cimientos de la catedral fueron la clave de su supervivencia. Aunque sufrió algunos daños, sobre todo en el tejado y el campanario, la Sé se mantuvo en pie como símbolo de fe en medio del caos. El propio barrio, aunque dañado, consiguió conservar gran parte de su encanto del viejo mundo, y hoy, Alfama sigue teniendo los ecos del pasado, sus calles laberínticas son un recuerdo vivo del barrio que sobrevivió.
A medida que nos acercamos a la Praça do Comércio, la transformación es evidente. Esta gran plaza, antaño llena de grandes edificios y residencias palaciegas, fue golpeada por toda la fuerza del terremoto. Las calles de mármol de la plaza se agrietaron, y las magníficas estructuras que la rodeaban se derrumbaron. Sin embargo, la reconstrucción de la Praça do Comércio comenzó rápidamente. A diferencia de la devastada Baixa, donde se adoptó el sistema de cuadrícula, en esta zona se construyó una gran plaza con arcadas, edificios sólidos y espacios abiertos que simbolizaban el poder y la resistencia del imperio portugués. La plaza se restauró rápidamente, y hoy sigue siendo uno de los monumentos más emblemáticos de Lisboa, que representa tanto la historia de la destrucción como la del renacimiento.
No lejos de aquí, la Igreja de São Domingos ofrece un conmovedor recordatorio del poder del terremoto. Esta iglesia, que había sido un gran símbolo de la importancia religiosa de Lisboa, quedó totalmente destruida por el terremoto. El derrumbamiento de la iglesia fue tan grave que se llevó consigo el tejado, las paredes y gran parte de su interior. Sin embargo, la iglesia no se perdió para siempre. Tras años de planificación y reconstrucción, São Domingos fue finalmente restaurada. Hoy, su fachada erosionada se alza como testimonio del trágico pasado de la iglesia, con su historia marcada por las cicatrices del terremoto.
Subiendo hasta el Convento do Carmo, podemos ver cómo el terremoto dejó su huella en uno de los edificios más históricos de Lisboa. Mientras subimos por el Ascensor de Santa Justa, miramos hacia las ruinas del Convento do Carmo, que fue uno de los lugares religiosos más importantes de la ciudad. El terremoto destrozó el tejado del convento, dejando la estructura expuesta a los elementos. Los muros, sin embargo, permanecieron en pie. El derrumbe del convento marcó el fin de una era para este importante lugar, pero en lugar de restaurarlo por completo, las ruinas se conservaron tal como estaban. Hoy, el Convento do Carmo es un inquietante y hermoso museo al aire libre que guarda recuerdos de la devastación y de la historia que la siguió.
Cada uno de estos lugares cuenta una historia diferente del terremoto de 1755 y sus consecuencias. El castillo se mantuvo firme, ofreciendo una vista del colapso y renacimiento de la ciudad. Alfama, aunque gravemente dañada, conservó su encanto histórico, mientras que la Praça do Comércio y la Igreja de São Domingos se reconstruyeron rápidamente, símbolo de resiliencia. El Convento do Carmo, con su iglesia sin tejado, es un recordatorio de la inmensa fuerza del terremoto y de la capacidad de la ciudad para reconstruir y preservar su pasado. La Lisboa de hoy es el resultado tanto de la destrucción como de la creación, y cuando caminas por estas calles, lo haces a través de capas de historia, cada una de ellas moldeada por los dramáticos acontecimientos de aquel fatídico día.