Londres es una ciudad de capas: historia, cultura e intriga entretejidas en cada rincón. Ésta es una de las cuatro visitas imprescindibles de Londres, y hoy nos centraremos en el corazón real y político de la ciudad: Westminster. Esta zona es el hogar de reyes, reinas y gobernantes, así como de los icónicos monumentos que definen el perfil de Londres.
Comenzamos en el Palacio de Buckingham, símbolo de la realeza británica. Construido originalmente en 1703 como casa adosada para el duque de Buckingham, la reina Victoria no lo convirtió en residencia oficial de la monarquía hasta 1837.
Lo extraordinario del palacio no son sólo sus 775 habitaciones o los grandes Salones de Estado abiertos a los visitantes en verano, sino que es un centro real de trabajo. Tras esas imponentes puertas, el Rey se reúne con embajadores, celebra ceremonias y, de vez en cuando, se escabulle para dar un paseo de incógnito por Londres (una tradición de la difunta reina Isabel II, según los rumores).
Si estás aquí para asistir al Cambio de Guardia, llega pronto para conseguir un lugar privilegiado. Esta tradición militar, con sombreros de piel de oso y meticulosas marchas, es un deslumbrante recordatorio del estilo ceremonial británico.
A un corto paseo está el Palacio de Saint James, una reliquia de la Inglaterra de los Tudor con aspecto de fortaleza. Construido por Enrique VIII en la década de 1530, este palacio ha sido testigo de siglos de intrigas. Aquí fue proclamada reina Isabel I y, más tarde, Carlos I pasó su última noche antes de su ejecución.
Aunque no puedes entrar, el exterior es puro drama Tudor: ladrillo rojo, ventanas emplomadas y una sensación de estoica resistencia. Hoy se utiliza para actos reales y como cuartel general de varias casas reales. Si tienes suerte, puede que veas ondear una bandera real, señalando un acto en curso.
Dato curioso: St James’s es técnicamente el palacio «mayor», por encima de Buckingham en protocolo, aunque este último acapare toda la atención.
Tras la grandeza de los palacios, tómate un momento para respirar la belleza de St James’s Park. No es un parque cualquiera: es el parque real más antiguo de Londres, que data de la década de 1530, cuando Enrique VIII lo utilizó como coto de caza de ciervos.
Hoy es un exuberante oasis con un lago central, hogar de patos, cisnes y los residentes más insólitos del parque: los pelícanos. Estas extravagantes aves llevan aquí desde 1664, cuando un embajador ruso se las regaló a Carlos II. Si tienes suerte, puede que veas a uno intentando un atrevido salto en busca de un pez.
Mientras paseas por el Puente Azul, haz una pausa para admirar la impresionante vista: El Palacio de Buckingham a un lado y las imponentes torres de Westminster al otro. Es uno de los lugares más fotogénicos de Londres.
De la tranquilidad al asombro: bienvenido a la Abadía de Westminster, obra maestra de la arquitectura gótica y escenario de más de mil años de historia británica. Aquí es donde se corona a los reyes, se casa a las reinas y la nación se reúne para honrar a sus héroes.
Las raíces de la abadía se remontan al año 960 d.C., cuando los monjes benedictinos establecieron aquí por primera vez un monasterio. Ha sido testigo de todas las coronaciones desde la de Guillermo el Conquistador en 1066. En su interior encontrarás una increíble variedad de tumbas, desde monarcas como Isabel I hasta iconos culturales como Charles Dickens y Stephen Hawking.
Destaca el Rincón de los Poetas, lugar de descanso de gigantes de la literatura como Geoffrey Chaucer y Alfred Tennyson. Busca la tumba del «Guerrero Desconocido», un soldado enterrado aquí en honor a las vidas perdidas en la Primera Guerra Mundial.
Sal fuera y te recibirá el majestuoso Palacio de Westminster, sede del Parlamento Británico. El edificio que ves hoy es en gran parte una reconstrucción del siglo XIX tras un devastador incendio en 1834. Su diseño neogótico se eligió para reflejar la seriedad de la herencia política británica.
Aquí es donde se debaten y deciden las leyes del país, con la Cámara de los Comunes y la Cámara de los Lores cada una con sus propias cámaras. Mientras contemplas la Torre Victoria, imagina los innumerables debates y decisiones que han dado forma aquí a la historia.
Elevándose sobre el Támesis se encuentra el Big Ben, nombre con el que se conoce cariñosamente a la gran campana que alberga la Torre de Isabel. Terminada en 1859, esta torre del reloj es un símbolo mundial de Londres. Sus campanadas han sonado en momentos de alegría, tristeza e incluso en tiempos de guerra.
Un dato curioso: la famosa precisión del Big Ben se mantiene gracias a una pila de monedas antiguas en su péndulo. Incluso una sola moneda puede ajustar la sincronización en fracciones de segundo.
Si tienes la suerte de oír su profundo y resonante pitido, tómate un momento: es como un latido del corazón, que te recuerda que estás en el corazón de Gran Bretaña.
Nuestra última parada es el London Eye, la atracción turística de pago más popular del Reino Unido, que se alza orgulloso en la orilla opuesta del Támesis. Inaugurada en 2000 con motivo del nuevo milenio, esta enorme noria fue inicialmente controvertida, pero rápidamente se convirtió en un icono muy querido.
Cada una de sus 32 cápsulas representa uno de los barrios de Londres, y las vistas desde lo alto son inmejorables. En un día despejado, puedes ver hasta el castillo de Windsor. Cada rotación dura unos 30 minutos, así que hay tiempo de sobra para disfrutar del panorama y sacar fotos inolvidables.
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